Hace algunos años, no había oído el término obsolescencia programada u obsolescencia planificada. Entonces nos limitábamos a escuchar a las mamás diciendo eso de “ya no se hacen las cosas como antes”. En aquellos momentos comenzábamos a sospechar la que se nos venía encima con los objetos que comprábamos en las tiendas y que fallaban al cabo de un tiempo. Poco tiempo.
La obsolescencia programada es la programación del fin de la vida útil de un objeto tras un período determinado de tiempo por el fabricante, durante el proceso de diseño del mismo, quedándose inservible pasado este tiempo.
En la práctica es que el hipercapitalismo atroz que nos gobierna sólo es capaz de subsistir con unas tasas de consumo irreales, desmesuradas y netamente perjudiciales para el medio ambiente y para el planeta. Eso del reciclaje es una pantomina y la reparación, una ofensa al progreso económico.
A raíz de visionar el magnífico documental de TVE “Comprar, tirar, comprar: la historia de la obsolescencia programada” las ideas sobre el asunto que revoloteaban por mi cabeza se convirtieron en verdades como puños, con los datos sobre la mesa.
A las multinacionales, verdaderos sustentos del modelo económico actual, no les interesa que los objetos duren mucho, sino se reducirían sus ingentes beneficios. Prefieren que gastes, que compres, que adquieras productos nuevos cada vez. Si algo se rompe ¿por qué arreglarlo? Es mejor gastar en uno nuevo.
Un coche tiene una vida útil de 8 años, una lavadora de 5, una plancha de 2 años y una bombilla de apenas 12 meses. ¿Y una bici? Al parecer, de dos años, en vistas de la respuesta que me han dado en 3 establecimientos ciclistas de Madrid. La cara del reparador-vendedor lo dice todo. Son crápulas sin escrúpulos tratando de engañar a la gente, mintiendo sobre el mal estado de la llanta o del freno o del pedal para justificar la compra de una nueva.
Yo sólo quiero que lo arreglen. No es para tanto, una rueda nueva y centrar la otra, desvencijada ante la crudeza extrema del asfalto capitalino. Pero peor que andar en bici por Madrid es tratar de reparar una bici en Madrid.
¿150 euros por rueda y media? Ese fue el presupuesto de una conocida tienda. 123 euros en otra. Un “buffff esto no tiene arreglo en una tercera” y un presupuesto final de 75 euros en la multinacional del deporte por excelencia, Decathlon, auténtico paradigma del capitalismo extremo. Eso si, en todos los casos, me sugirieron de manera velada que me hiciera con una bicicleta nueva, total, si por lo que te va a costar…. Malditos estafadores, ladrones, sinvergüenzas. Qué fácil es su trabajo: engañar a la buena gente ingenua, con buen corazón, que se deja asesorar por lo que ellos consideran un experto fiable. Nada más lejos de la realidad. El afable tendero de la tienda de la calle de detrás de tu portal se ha convertido, en aras del capitalismo, en un robot que sólo piensa en cómo sacarte el máximo de tu dinero haciendo el mínimo esfuerzo. No les culpo del todo, claro es más fácil ganar 250 euros sin hacer nada vendiendo una bici que 50 currando un par de horas en su reparación. Y encima tarda mínimo una semana en efectuar la reparación. Una rueda y media 100 euros, una semana sin bici: pero ¿esto que coño es? Ni que fuera un coche… en cualquier caso, sobre los talleres de automóviles habría que escribir otro artículo.
Pero, insisto, ¿a dónde vamos a parar?.
No quiero tener que convertirme en un tipo al margen del sistema, hippies lo llaman algunos, que tenga que buscar por internet cómo reparar la pieza uno mismo. O tener que acudir a un centro social a que un simpático perroflauta me repare la rueda a cambio de mi trabajo colaborando en otra actividad. No quiero eso. Me gusta el capitalismo, pero no en lo que se está convirtiendo. Sólo quiero locales responsables, profesionales de sus respectivos sectores que tengan una mínima cuota de sentido común y un ápice de responsabilidad, nada de timadores. Porque el caso es que comienzo a ser perro viejo y mando a freír espárragos a esos estafadores; el problema es que hay ingenuos con mejor corazón que el mío, y seguro que caerán en las fauces de la obsolescencia programada, una lacra que está jodiéndolo todo.
Me haces acordar a mí… que me quejo de lo poco que duran las cosas, pero le envidio el display de 8″ al celu de mi hijo….(es que en el mío de 4″, que hace un año me parecía gigante, ya no distingo las imágenes…). Tu artículo me ha tocado de cerca por ser reparador de bicis en Uruguay, donde la media de ingresos es de risa, y la gente adquiere las cosas en muchísimas cuotas y las cambia tres veces antes de terminar de pagarlas.
Hay que ver como los gigantes nipones y europeos fabrican piezas de transmisión que ya no son compatibles con las de hace dos años, y te obligan a cambiar un set completo de componentes en los grupos de gama media/files/alta. Un abrazo fraterno sin obsolescencia programada.
Un abrazo!