Después de mi periplo por tres tiendas de reparación de bicicletas en la capital, en las que en todos los casos trataron de timarme y/o venderme una bici decidí llevar mi medio de transporte a Decathlon, ese templo del deporte en el que ningún deportista que se precie compra artículo alguno; como he fracasado en…
La obsolescencia programada y mi pobre bici: Parte II