Sandy. Katrina. Prestige. Haití. Tsunamis y terremotos, catástrofes que en su momento dieron la vuelta al mundo, movilizando a una sociedad enfervorecida por la indignación ante tales sucesos, ya que muchos podrían haberse evitado con los medios adecuados.
Pero no fueron más que eso. Un punto de inflexión en la historia que paralizó unos segundos la actividad mundial, pero que pronto se vieron relegados al pasado como un suceso más. Todos continuamos con nuestras vidas tras ese momento de sobrecogimiento, ya que sin darnos cuenta nos estamos haciendo de hielo. Ya no nos afectan como antaño las imágenes de muerte y destrucción, de ruina y desolación. Sentimos pena por los damnificados, e incluso una parte de nosotros ejercita eso que se llamaba solidaridad. Quizás por sentirse mejor consigo mismos o quizás porque todavía perviven hombres altruistas. Pero seguimos con nuestra vida, pensando en nuestros problemas y no en las inundaciones de media ciudad.
El caso es que el egoísmo puro y duro hace mella en nuestro interior. El consumismo nos ciega y hace que cada uno se saque las castañas del fuego, ya que eso no puede pasarnos a nosotros.
El problema es que todo llega. Quizás no catástrofes mundiales. Pero si desahucios, recortes y paro, por los que nuestros familiares, vecinos o conocidos sufren cada día hasta límites insospechados.
Cuando nos tocan esa fibra sensible, parece que poco a poco el hielo se derrite. Nos volvemos conscientes y nos unimos para ser más fuertes, pero todo se guarda en el baúl de los recuerdos como un suceso más.
No debemos dejar que las noticias pasen por nosotros como meros panfletos. No debemos dejarlas a un lado, girando la cara ante el mundo cruel y desagradable que todavía sobrevive en pleno siglo XXI. Mucha gente sufre, más de lo que imaginamos. Son rostros desconocidos que necesitan una ayuda de los corazones de hielo.
#derritetuhieloporunmundomejor