José Ortega y Gasset fue un notable filósofo, prolífico periodista y brillante ensayista español que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Con el paso del tiempo se ha convertido en el máximo exponente de la filosofía perspectivista en España y sus obras han sido traducidas a varias lenguas. Entre éstas, cabe destacar como las más conocidas y estudiadas La Revolución de las Masas y La España Invertebrada. Sin embargo, el texto que inspira este escrito es su Comentario al Banquete de Platón, el cual fue escrito para la Revista de Occidente en enero de 1926.
En este pequeño ensayo Ortega comienza por plantearnos una de las cuestiones más básicas que cualquier persona se podría cuestionar: ¿Qué es realmente leer? Tras la lectura del texto se podría contestar que la acción de leer consiste en entender o interpretar un texto de algún modo. Y digo de algún modo, pues, como Ortega explica, la tarea de interpretar y la de entender no se dan en igual medida en dos personas por muy parecidas que sean. He ahí, a mi modo de ver, la realidad perspectivista de Ortega que se podría resumir en la frase “la realidad tiene infinitas perspectivas”. En el caso de la lectura las perspectivas se acotan a la realidad del escritor y a la del lector.
Así pues, el punto de vista del lector parte de un sustrato que antecede al texto y éste le influirá a la hora de interpretar y entender el texto; por el contrario, la idea original de la que surgió el texto, la cultura en la que está inmerso, la lengua en la que fue escrito y las circunstancias del escritor; son sin duda, diferentes a la situación y el mundo en el que vive inmerso el lector. De aquí surgen los dos principios axiomáticos que Ortega enuncia en su comentario:
1º Todo decir es deficiente: Dice menos de lo que quiere.
2º Todo decir es exuberante: Da a entender más de lo que se propone.
La magia de la lectura reside en la capacidad que las palabras tienen para hacernos flotar en un mundo de realidades e imágenes abstractas que forzosamente son diferentes a las que el propio escritor premeditó cuando se propuso escribir el texto. Pero tanto leer como escribir son dos actos que forman parte de un mismo conjunto: La comunicación.
El acto de la comunicación es uno de los instintos más básicos del ser humano. La comunicación es tan primigenia que ni siquiera hace falta pensar para comunicar algo. El pensamiento implica reflexión y la comunicación sólo precisa de acción. Si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta de que todas las cosas que tienen vida y que nos rodean están comunicando algo. El ser humano ha sido capaz de empezar a entender esta realidad cuando comenzó a utilizar el lenguaje.
La lengua es un estado avanzado de la comunicación y fue creada para alcanzar un entendimiento mutuo entre seres, “que a priori”, son de la misma condición. De ahí, que cuantos mayores avances haya llevado a cabo una civilización en el desarrollo de su vida en comunidad más complejidad encontraremos en su lengua. Pues la lengua, se desarrolla en el entorno de la sociedad, y al igual que la sociedad muta y cambia, la lengua vive un constante renacer.
No obstante, la lengua es sólo uno de los muchos lenguajes que existen. Conforme el ser humano ha ido desarrollando pensamientos y sentimientos más complejos también ha ido creando formas de transmitir éstos con mayor exactitud. Por esto, y no por otra causa, surgieron lenguajes como el de la matemática o la música.
La matemática surgió en un origen de las necesidades que el hombre encontró al intentar relacionar la cantidad considerada en los fenómenos físicos. De aquí surgieron los números y la base para cualquier comercio imaginable. Más tarde fue cuando se encontró con la necesidad de tener que expresar la naturaleza y la forma de los entes abstractos, y así surgiría la geometría, la cual es la base de toda la arquitectura y la ingeniería. La música por el contrario, surge de una necesidad evasiva que el ser humano tiene con respecto a la realidad que lo circunda. Quizá como aspiración de alcanzar una realidad superior, como intento de entrar en contacto con esa única realidad absoluta que llamamos Dios. En suma, considero que la música es la máxima expresión del lenguaje tal y como lo entienden Ortega y Platón. Sin embargo, he de aceptar de antemano que puedo estar equivocado pues no conozco a tales autores mejor de lo que ellos se conocían a sí mismos, y por lo tanto, parto tan sólo de la interpretación que hago de sus textos. He aquí de nuevo las contradicciones en las que me hace caer la palabra, he aquí de nuevo la realidad relativa que me imbuye, he aquí de nuevo el mundo en el que vivo.
Como colofón sólo me queda citar a Ortega siendo infiel a sus palabras, pues “hay ciertos pensamientos que sólo deben ser expresados por escrito”. Y todo lo que aquí he escrito forma parte de esa realidad ajena a mí ser que ha despertado mis inquietudes. Esa realidad que conforma tanto el texto de Ortega como el Banquete de Platón. Esa realidad que no deja de ser una sola, aunque compuesta.
Magnífico personaje este hombre y gran libro La rebelión de las masas!
yo soy yo y mis circunstancias: quizás una de las mejores frases alumbradas nunca por filósofo alguno
Por cierto, en tu artículo no hay ni un sólo enlace…
en fin
la paja en el ajeno y la viga en el propio y todo eso…