Una vez más, y ya son muchas, el ejército israelí ha entrado de lleno en las portadas de los medios de comunicación por una acción militar desproporcionada. El ataque contra el Mavi Mármara no es el primero contra la población civil de un país extranjero pero sí el más escandaloso por la espectacularidad del abordaje a un convoy marítimo humanitario. Que las víctimas sean de países occidentales y estuvieran denunciando el escandaloso bloqueo de la Franja de Gaza añade, además, un factor de repulsa internacional. Sin embargo, la acción militar, tanto por sus medios y sus fines, no debe generar sorpresa ni es desde luego novedosa. Simplemente es una muestra más del belicismo reinante en la clase política judía, un cáncer enquistado desde el nacimiento del Estado de Israel.
La utilización de la fuerza, su plasmación en una potencia militar regional, se entrelaza en ese país con el sionismo, la concreción ideológica de unos principios religiosos que aspiran a un país-nación judío en la tierra de Israel. La semilla de esta violencia congénita al proyecto político apareció desde la aplicación del terrorismo en un territorio, las tierras palestinas, contra una potencia ocupante, el Reino Unido del periodo de entreguerras, sin contar con el apoyo de la población local. El enorme complejo militar-industrial financiado por sus partidarios ha parido un fruto, la clase dirigente hebrea, que aplica los principios de confrontación aprendidos en los barracones. El temor crédulo a la desaparición del país, su hundimiento en el mediterráneo o en el desierto, es interiorizado por los mandatarios (Ben Gurion, Isaac Rabin, Ariel Sharon o Ehud Barack son o fueron militares con muertos en sus espaldas) y provoca la irracionalidad y desproporción de sus decisiones políticas, muchas de ellas intervenciones militares en un territorio ocupado ilegalmente. La guerra de 1967, aprovechando la invasión franco-británica contra la nacionalización egipcia del Canal de Suez, para conquistar más territorio para su Estado; la matanza de los campos de refugiados de Sabra y Shatila, para eliminar a los legítmos propietarios de las tierras usurpadas; la invasión de El Líbano en repetidas ocasiones… son ejemplos de soluciones militares a un problema político, la creación del estado judío en Oriente Próximo, surgido por las armas.
Desde que Israel alcanzó varios acuerdos de paz con sus vecinos árabes, el conflicto político ha impactado de lleno en la población local de Tierra Santa, los palestinos. Sus representantes no han logrado con la diplomacia y el trabajo político la creación de un estado propio y han recurrido y recurren a las armas desde la inferioridad militar. La comunidad internacional y EEUU han planteado diversos procesos de paz que sentaron a las partes enfrentadas sin éxito. Y el estallido de la tercera intifada sólo empeoró el status quo por el que Israel controla con sus fuerzas armadas y la extensión de las colonias la práctica totalidad del territorio. Mientras, los pioneros de la Tierra Santa avanzan protegidos por alambradas, muros, bulldozers, seguridad privada y militares aunando su integrismo religioso con el proyecto político del sionismo. En los últimos diez años, cualquier presión internacional a los dirigentes israelíes es respondida con una brutalidad desproporcionada sobre sus vecinos más cercanos. La fuerza militar aplicada en el rio Litani ha descrito un arco hasta cebarse con Gaza, ocupada según la propaganda por el grupo terrorista Hamas. La cooperante española decía a su regreso que lo vivido tras el asalto al Mavi Mármara era una pequeña muestra del sufrimiento diario de la población de La Franja. Pero esta vez las víctimas fueron políticos occidentales, activistas internacionales y periodistas, las imágenes aparecieron en los media como un abordaje pirata rodado en Hollywood con calidad de serie B y los muertos han afectado al patio trasero de la OTAN.
Creo que la palabra clave del artículo es desproporcionado. Israel debería tener más cabeza y saber que la única vía que garantiza su seguridad-futuro es el diálogo, pq no puede estar siempre viviendo con esa amenaza permanente de sus vecinos. El tópico de soldados fuertemente armados respondiedo a tiros a chavales que lanzan piedras es real como la vida misma. Es por ello que tienene que ser más considerados y usar la fuerza sólo si es absolutamente necesario. Buen artículo Alexandre.
No sé qué habéis visto vosotros pero a mí siempre me han dicho que los vecinos de Israel NO QUIEREN DIÁLOGO ALGUNO. Así que me parece de ingenuo decir que la única via es el diálogo, en plan zapatero, cuando el conflicto ya no admite palabras. Nómbrame vecinos de Israel que estén dispuestos a hablar por favor….
Por otro lado Israel es lo que es, una potencia ‘occidental’ en medio de una amalgama de países islámicos, que se defiende sola, con la ayuda disimulada de EEUU.
Entonces que tiene nque hacer, guerra constante? siempre será mejor el diálogo. Turquía era aliado de Israel hasta que el país hebrero atacó barcos con su bandera en aguas internacionales.
EL diálogo siempre es la mejor vía para solucionar los conflictos
Grande Alberto como siempre
Este articulo mezcla información de forma errónea. En concreto, la guerra del 56 y la del 67, se dice que Israel anexionó territorios en la guerra del 56 y eso es erróneo, las anexiones que se citan son del 67.
Buen apunte Perfirio.