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El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo
Tiempo hace que no me decidía a escribir. Entre el cambio de trabajo, de ciudad y de vida, no veía el momento oportuno de desfogarme con la pluma, pero la sociedad me reclama. La manipulación a la que nos vemos sometidos a diario es cada vez más exagerada y exasperante.
En este país nos encanta llenarnos la boca con palabras como Europa, Derechos Humanos, solidaridad, tolerancia y demás términos bien-quedas; pero cuando llega el momento en el que esas palabras nos sacan de nuestro espacio de seguridad, en el que nos obligan a pensar y reflexionar, nos pasamos estas buenas voluntades por el forro, y nos ponemos a despotricar sin conocimiento de causa.
Como habréis podido intuir, os voy a hablar de la controvertida sentencia de Estrasbugo, por la que multitud de presos que aún no han cumplido su condena van a abandonar las prisiones nacionales. ¡Ojo!, no han cumplido su condena, pero según nuestra legislación hace tiempo que deberían estar en la calle.
Esto es consecuencia de cómo hemos decidido organizar nuestro Estado de Derecho, de cuales queremos que sean los valores que rijan nuestra sociedad y de qué principios queremos que sean los que dirijan en los más profundo e íntimo de nuestra personalidad.
¿Queremos un Estado represor, autoritario, que base las normas de convivencia en el orden y la sumisión al poder? ,¿o queremos un Estado social, democrático y de derecho como indica nuestra Carta Magna?. Pues bien, el sistema penitenciario es una de las máximas expresiones del mismo, y si no está orientado a la reinserción del reo, lo que tendremos será una maquinaria represora y opresiva, devoradora de individuos.
No me considero con capacidad suficiente para poder interpretar las decisiones de juristas de la máxima consideración y respeto, ni quiero hacerlo, pero todo el mundo es libre de dar su opinión. Sin embargo, una opinión sin los más mínimos conocimientos al respecto me es tan útil como un tío en América (expresión anticuada donde las haya). Llevo una semana escuchando a gente cercana renegar de Europa, querer romper los tratados internacionales y abogar por la cadena perpetua y la pena capital. Gente humilde, sencilla y bienintencionada, que lo único que quiere es vivir en paz, y que con sus razonamientos manipulados no alcanzan a ver a dónde nos pueden llevar dichas consideraciones.
Pero claro, también llevo una semana viendo portadas tendenciosas hasta el ridículo, políticos irresponsables que ni acatan ni respetan las decisiones judiciales , tertulianos ignorantes y fanfarrones a los que por ganar cuatro perras les da igual desinformar y desestabilizar unas instituciones que ha costado mucho esfuerzo conseguir.
Ellos mismos se retratan.
Consideración aparte merecen las víctimas. Siempre han de ser escuchadas y tenidas en cuenta. Faltaría más. Pero no podemos dejar que se legisle a base de dolor y oportunismo político. Es lógico y normal que estas personas quieran una muerte agónica y atroz para los hijos de puta de los verdugos de sus padres, hijos y hermanos. Pero no podemos consentir que el Estado se convierta en otro verdugo aún más brutal y carente de humanidad que los ya mencionados. Esa no es la España que yo conozco, ni quiero que se pueda convertir en eso.
También me gustaría llamar la atención sobre los padres de Marta del Castillo . Ahí lo dejo, no quiero escribir ni una palabra más porque me enervo.
Me enervo casi tanto como viendo desfilar a los hijos del franquismo por Colón. Irresponsables, manipuladores, oportunistas, vendedores de humo, totalitaristas; cada vez merecéis más mi profundo desprecio.
Vosotros mismos os retratáis.
No quiero acabar esta disertación sin decir que lo mejor que le podría pasar a este país es que todos esos violadores y asesinos se muriesen de forma natural. Pero yo no soy Dios, ni quiero que alguien elegido democráticamente y bajo unos valores lo haga. El ojo por ojo hace siglos que se comprobó que no es la solución.