Es noticia la retirada en El Mundo de un artículo con tintes denodadamente machistas, publicado por Salvador Sortres. En dicho artículo, el autor, habla en estos términos, de un caso de asesinato, en el que un joven rumano, asesina a su pareja, tras una discusión en ella: “Porque un chico normal de 21 años que está enamorado de su novia embarazada, es normal que pierda el corazón y la cabeza, el sentido y el mundo de vista, si un día llega a su casa y su chica le dice que le va a dejar y que, además, el bebé que espera no es suyo.”
Seguidamente, tras esta “lindeza”, el autor trata de disculparse, comentando lo siguiente: “Ni puedo justificar ni justifico un asesinato, ni cualquier forma de maltrato tenga consecuencias más leves o más graves. No pienso que haya causas morales que puedan justificar matar a alguien, ni que puedan servir siquiera de atenuantes en el juicio. Digo que a este chico le están presentando como un monstruo y no es verdad. Es un chico normal que se rompió por donde todos podríamos rompernos.”
A pesar de su intento de justificación de sus palabras, vuelve a definir a este individuo como un “chico normal”, lo cual llama la atención, ya que tilda a alguien que asesina a su pareja como alguien “normal”.
En el siguiente párrafo, vuelve a insistir en la “normalidad” del chico, además de definir su actuación como una consecuencia “lógica” ante la presión que había recibido por parte de la víctima: “Porque hay muchas formas de violencia, y es atroz la violencia que el chico recibió al saber que iban a dejarle y que el niño que creía esperar no era suyo. No te causa la muerte física, pero te mata por dentro y aquel día algo de ti muere para siempre. No justifico lo que hizo, ni creo que se pueda justificar, pero no es un monstruo: es un chico normal sometido a la presión de una violencia infinita, una violencia que no por ser física es menos violenta; un chico que luego tuvo una reacción terrible, inaceptable e inasumible, criminal, y que no sólo terminó con la vida de su novia y la de la criatura que esperaba, sino que terminó, en cierto modo, con la suya propia.”
Y por último termina su gran actuación con este párrafo: “Espero que si algún día me sucede algo parecido disponga del temple suficiente para reaccionar quemándome por dentro si que el incendio queme a nadie más. Pero me reconozco en el dolor del chico, en su hundimiento, en su caída al fondo de sí mismo oyendo las explicaciones de su novia. Me reconozco en su desesperación, muy normal y nada monstruosa: en su herida, en su desgarro. Quiero pensar que no tendría también su reacción, como también lo quieres pensar tú. Pero, ¿podríamos realmente asegurarlo? Cuando todo nuestro mundo se desmorona de repente, cuando se vuelve frágil y tan vertiginosa la línea entre el ser y el no ser, ¿puedes estar seguro de que conservarías tu serenidad, tu aplomo?, ¿puedes estar seguro de que serías en todo momento plenamente consciente de lo que hicieras?”
Dicho esto, desconozco si el autor del artículo es una persona casada, pero si es así, yo no estaría muy seguro si fuera su mujer, y me encargaría siempre de tener contento a este señor, no vaya a ser que se enfade y se queme. En fin, creo que el artículo habla por sí mismo, pero no creo que se pueda definir como libertad de expresión, más bien es una apología machista, que deberíamos de erradicar, si queremos una sociedad más justa y decente para todos.
Para mi el problema del artículo sólo residía en que ponía al mismo nivel el asesinato, la mentira y la infidelidad. Claro está que son bien distintos.
Sostres acostumbra a decir burrada tras burrada, aunque en este caso me parece que ha hecho una reflexión bastante acertada.
El caso es sencillo y real y sentimentalmente extrapolable. El asesinato como derivación de la traición y el sufrimiento lleva siendo un tema recurrente en la literatura desde siempre. Aun siendo lamentable el suceso no es tan extraño.