Hace unos 250 años, Madrid vivió unas jornadas de revuelta. Con el ilustrado Carlos III gobernando, la situación de las clases más humildes se fue deteriorando. El precio del pan había multiplicado su valor provocando la carestía y la hambruna en todo el tercer estado.
Como buen monarca ilustrado, Carlos III se sentía el padre de todos sus súbditos y creía que sabía lo que era mejor para ellos. Así pues comenzó un más que necesario programa para la modernización de España y sus ciudades. A este monarca le debemos multitud de instituciones que aún perduran, así como reformas urbanísticas y construcciones tan memorables como la Puerta de Alcalá o el Museo del Prado.
Pese a ser considerado como uno de los mejores monarcas de la Historia de España, tuvo que lidiar con uno de los motines más tumultuosos y peligrosos, incluso para su persona, que ha sufrido un Rey español. Esto se debió a que antepuso los intereses del Estado al bienestar de sus súbditos. Todo regado con una buena panda de poderosos especuladores sin escrúpulos, que no les importó hacer fortuna de las miserias de la gente.
La mecha que prendió la revuelta fue algo banal y anecdótico, la prohibición de usar capa y sombrero grandes que impidiesen la identificación de las personas, así como ocultar armas y otros objetos peligrosos a los ojos de la autoridad.
El pueblo se echó a la calle, hicieron unos destrozos y mataron a unos guardias. Se apoderaron de la ciudad y le mandaron un pliego de condiciones a Su Majestad, que tuvo que aceptar en su totalidad. Entre otras cosas se consiguió la bajada del precio de los alimentos, el destierro del principal Ministro, el Marqués de Esquilache, y, por supuesto, que se pudiesen usar las capas y sombreros anchos.
Este motín muestra en líneas generales la idiosincrasia española; podemos estar muriéndonos de hambre, siendo torturados y roturados por el Estado y vilmente estafados por los señoritos, que no decimos nada, pero cuando nos tocan los huevos por una chorrada, es cuando saltamos y la preparamos como el bueno de Amancio.
Un cuarto de milenio después la Autoridad se ha vuelto a olvidar del bienestar del pueblo, los recortes cercenan el futuro de la sociedad, los especuladores campan por doquier, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Recientemente he leído un estudio en el que dice que los jóvenes españoles, pese a tener una de las mayores tasas de desempleo en ese tramo de edad de cualquier país occidental, creemos que España es el mejor país del mundo para vivir.
También veo con pesadumbre como se plantea penalizar la resistencia pacífica en manifestaciones, y como se ha sugerido multar a todas aquellas personas que acudan a una manifestación, pacífica o no, con el rostro tapado. Medidas chorra, provocadas por el delirio de poder que provocan la mayorías absolutas.
No voy a entrar a valorar la propuesta de Esperanza Aguirre sobre los pitos al Himno, ya que se trata de un nuevo pisoteo al art. 20 de nuestra gloriosa Constitución, y que esta mujer ya nos ha demostrado en repetidas ocasiones su talante social y democrático.
Pero sí que quiero dejar constancia, de que están volviendo a tocar los huevos con chorradas. Y que el que juega con fuego, se acaba quemando.