La cuarta de temporada de Sons of Anarchy va de menos a más. Comienza con dudas, titubeante; inquieta su narración, y parece que no va a estar a la altura de sus predecesoras. Mentira. Se supera, mejora, no para, es emocionante, de gran nivel.
La presencia de los cárteles mexicanos en las “travesuras” de los moteros más duros del norte de Charming, esa localidad ficticia del norte de California, confiere a la serie estadounidense un carácter más crudo, real, sanguinario, macabro.
Cada capítulo va generando mayores dosis de intensidad hasta llegar al culmen en el capítulo 10. No se desvelará en este texto en qué consiste. Porque realmente, hay que verlo. Es de esos capítulos que por si solos, hace que merezca la pena ver la serie entera. Pero es que si encima el conjunto es notable, que no sobresaliente, pues hace que Sons of Anarchy sea una serie recomendable, entretenida e incluso interesante. Pero sin llegar al nivel de muchas otras. Y aún a riesgo de poder ser criticado por sus leales fans (que por otra parte parecen llevar un pañuelo de motero sobre sus ojos que les ciega y hace que todo lo que huela a rueda quemada les que haga pensar que sea lo mejor que se ha hecho en la historia de las series de tv) no logra alcanzar el nivel de The Wire, Los Soprano o la misma Breaking Bad. Dejen lo alto del pódium para las obras de arte y simplemente disfruten del resto de series que merecen la pena.