La reciente inmolación a lo bonzo de un ciudadano israelí constata la desesperanza humana y la evolución de una crisis económica de cinco años en una crisis social. En Tel Aviv, Atenas, Atlantic City o Galway la pérdida de poder adquisitivo, la ausencia de oportunidades para la generación de jóvenes mejor preparada del mundo occidental, el paro o los embargos hipotecarios a las familias son tragedias que avanzan como las dunas del Sáhara, imparables e inexorables a la voluntad humana.
Hartos de la crisis