En diciembre de 1990 Tim Berner-Lee creó la World Wide Web (WWW), el lugar en donde hoy se desarrolla internet. En aquel entonces la red fue concebida como un sistema de comunicación basado en el hipertexto, abierto, igualitario, interconectado y descentralizado. Así, se permitía a los usuarios navegar por la web libremente visualizando textos, imágenes y vídeos, viajando a través de estos contenidos gracias a los hiperenlaces o links. En palabras del propio Tim Berners-Lee el concepto que residía detrás de la web era que “cualquier persona pudiese compartir información con cualquier otra con independencia del lugar en donde ambos se encontrasen”. Para ello, los individuos, instituciones y empresas tan sólo tenían que utilizar tres simples protocolos estándares: escribir una página en formato HTML, darle un nombre con la convención URI o URL y subir a la red el contenido usando el protocolo de transferencia HTTP.
Aquellos estándares que fueron diseñados a finales de los años 80 siguen hoy vigentes, en su mayoría adaptados a las nuevas necesidades que la web ha ido generando. Pero siguen siendo estándares abiertos por los cuales no es necesario pagar por su utilización. Estos estándares abiertos permiten a cualquiera crear una página web, pero también, permiten desarrollar plataformas de servicios de pago. De hecho, compañías de todo el mundo han invertido dinero en desarrollar aplicaciones sobre estos estándares, precisamente porque saben que las mismas podrán funcionar para cualquier ordenador, independientemente del hardware, del sistema operativo o del proveedor de internet que el usuario utilice.
Tras 20 años desde la elaboración de estos simples principios que han revolucionado el mundo entero. Las disputas entre los diferentes actores interesados en el desarrollo y evolución de la web han ido creciendo. Los intereses de muchos de ellos se ven confrontados y los conceptos fundacionales sobre los que se creó la web parecen haber pasado a un segundo plano. En este contexto de confrontación entre usuarios, proveedores del servicio de internet, creadores de contenidos y titulares de derechos de autor, es donde ha surgido el concepto de neutralidad de la red, como principio esencial de interacción entre los distintos agentes. Aunque ciertamente, el problema es más complejo, pues este asunto afecta a los esquemas tarifarios de las compañías de telecomunicaciones, a los derechos de los consumidores, a la libertad de mercado, al derecho de la competencia, a la distribución de las redes fijas y las móviles, a las relaciones entre empresas y consumidores, a la sociedad de la información y a las inversiones en nuevas redes, ya sea a través de la iniciativa pública o privada.
El concepto de neutralidad de la red:
Formulado inicialmente por el profesor de leyes de la Universidad de Columbia, Tim Wu, el término “neutralidad de la red” hace referencia a la noción de un trato no preferencial o igualitario sobre el tráfico de internet. Para Tim Berners-Lee el principio de neutralidad de la red significa que si alguien está pagando por una conexión a internet de determinada calidad, sin importar si esta es más alta o más baja, pongamos 30 Mbps, entonces la comunicación en internet debe tener lugar a esa determinada calidad. Para el Grupo de Reguladores Europeos de la Competencia de las Telecomunicaciones (BEREC) la definición es básicamente la misma, que todas las comunicaciones electrónicas que pasen a través de una red sean tratadas por igual.
En los primeros años de existencia de la web resultaba técnicamente muy difícil manipular la red para interferir en las acciones que llevasen a cabo los usuarios. Sin embargo, con el paso de los años las empresas de telecomunicaciones han ido desarrollando nuevas tecnologías con el fin de interferir en la navegación de los usuarios. El ejemplo más reciente a este respecto tuvo lugar en el año 2007 cuando BitTorrent, una empresa de P2P que permite a sus usuarios compartir música, videos y otros tipos de archivos a través de internet, denunció ante la Federal Comunication Comission (FCC), organismo regulador de las telecomunicaciones en los EEUU, que la empresa de telecomunicaciones Comcast estaba bloqueando, ralentizando y discriminando el tráfico de los subscriptores que usaban el servicio de BitTorrent. Al cabo de un año la FCC le dijo a Comcast que debía parar ese tipo de prácticas, pero en abril de 2010 un Tribunal Federal de los EEUU afirmó que la FCC no podía obligar a Comcast a no llevar a cabo ese tipo de prácticas.
Lo cierto es que no son sólo las operadoras de telecomunicaciones quienes pueden poner en riesgo la neutralidad de la red. Los fabricantes de móviles, por ejemplo, también pueden influir en la capacidad de elección de los usuarios bloqueando algunas de las aplicaciones descargables en sus teléfonos.
Al margen de cuáles sean los contenidos que se comparten a través de BitTorrent, lo que parece claro es que proteger el concepto de la neutralidad de la red es necesario para prevenir que las grandes empresas de telecomunicaciones prioricen un tipo de tráfico a través del ancho de banda sobre otro de condiciones similares. Pues en caso de no hacerlo, qué sucedería si el proveedor de servicios de internet empezase a priorizar o discriminar las páginas web de ciertos partidos políticos, órdenes religiosas o medios de comunicación sobre sus competidores, qué pasaría si los blogs que fuesen críticos con el servicio que ofrece ese proveedor de internet fuesen ralentizados o simplemente bloqueados, o si un servicio de vídeo gratuito fuese discriminado sobre otro de pago. Sencillamente, que los pactos anticompetitivos empezarían a proliferar, que las libertades de elección y expresión se verían mancilladas, que la innovación en nuevos contenidos, aplicaciones o servicios sufriría un duro golpe, pues las bajas barreras de entrada a internet se verían alteradas y ya no existirían las condiciones iniciales que han demostrado ser idóneas para impulsar este tipo de innovación.
Como afirmó Steve Wozniak, cofundador de Apple en una carta abierta a la FCC y publicada en The Atlantic bajo el título Mantén Internet libre, “cualquier proveedor de contenidos que tenga las mejores conexiones con el Gobierno o que pague la mayor cantidad de dinero a los proveedores de internet sería quien determinaría lo que yo como usuario puedo ver y por cuánto. Este es el acercamiento monopolístico y no representa un mercado verdaderamente libre como es el caso del internet de hoy en día”.
La innovación en internet:
Hasta ahora la innovación en internet ha llegado en la mayoría de los casos de start-ups que no tenían ninguna conexión real con los propietarios de las redes, es decir, con las empresas de telecomunicación. Este es el caso de empresas como Google, Facebook, Skype, Netflix, Spotify. Todas ellas, proveedores de contenidos o servicios que han sabido sacarle partido a la estructura flexible y adaptable de la red para ofrecer servicios gratuitos o de pago.
No obstante, no se puede negar, que aplicando un mínimo control de la red se podría maximizar el uso de las mismas e incluso propulsar el rango de competidores que persigan la innovación. Pero para ello, debe haber una clara y tácita intención por parte de los legisladores de mantener la evolución natural de la red. Por su parte, la Comisión Europea ha tenido cuidado de no dar una definición determinada sobre la neutralidad de la red. A principios de 2010 abrió una consulta para que todos aquellos que estuviesen interesados en opinar y dar su punto de vista al respecto fuesen incluidos y ha preferido estudiar los diferentes puntos de vista con el objetivo de pronunciarse al respecto durante este año 2011.
Las necesidades de inversión en redes abiertas y eficientes:
Las nuevas aplicaciones intensivas en media streaming, fundamentalmente video, requieren para su correcta utilización y comercialización determinados niveles de calidad para evitar lo que en términos técnico se denomina latencia, o retrasos en la recepción de la imagen.
Internet no ha hecho más que crecer desde su creación. En la actualidad se calcula que cerca del 30% de la población mundial tiene algún tipo de acceso a la red. El objetivo de la Estrategia 2020 para el mercado único digital basado en Internet establece para el año 2013 un acceso de banda ancha para todos los europeos, y para el 2020, una velocidad de Internet de 30 Mbps para el 100% de los europeos y de 100 Mbps para el 50% de los hogares europeos. El problema es que para alcanzar estos niveles de calidad todavía serán necesarias inversiones intensivas en el desarrollo de las redes. En concreto, se calcula que para lograr el objetivo de los 30 Mbps será necesaria una inversión de 50.000 millones de euros, y para el objetivo de los 100 Mbps esa cantidad se incrementará por cinco, es decir un cuarto de billón de euros.
No parece lógico ni tampoco razonable pensar que por defender la neutralidad de la red se deba obligar a los operadores a dar el mismo nivel de prioridad a una aplicación de vídeo streaming que a una cuenta de mail, o al acceso a una red social. En este orden de ideas, algunos proveedores piensan que sería recomendable establecer cierta funcionalidad que permita discriminar entre diferentes aplicaciones en función del uso que estas hagan de la red y de la calidad del servicio, aunque se debería tener siempre en cuenta que no sería recomendable permitir a las empresas de telecomunicaciones llevar a cabo sistemas de priorización entre dos proveedores que sean similares en cuanto a contenido y servicio.
Por lo tanto, entendiendo que tanto la disponibilidad como la capacidad de banda ancha son aspectos críticos para el desarrollo de la Sociedad de la Información, y también, factores determinantes en la competitividad de las economías de la Unión. La UE debe de lograr desde sus máximos organismos el compromiso de los operadores de telecomunicaciones para que continúen el proceso de inversiones necesarias para lograr los objetivos marcados, a pesar de que para las operadoras realizar fuertes inversiones en mercados emergentes o en vías desarrollo pueda resultar más rentable. Y es que, estas exigen obtener más réditos por la utilización de las redes.
Entre las diferentes opciones que las operadoras están barajando para la obtención de estos réditos existe la propuesta de cobrar a los proveedores de servicios y contenidos en función del rendimiento o el uso: por ejemplo, Google pagaría a su proveedor de banda ancha en función del uso que el usuario hiciese de los servicios de Google, o en su detrimento, Google pagaría para asegurarse que su buscador encuentra y muestra los resultados más rápidamente que sus competidores. Por su parte, Google y otros proveedores de servicios son partidarios de que los operadores de red cobren directamente a los clientes mediante tarifas planas.
De acuerdo con los últimos datos de la Comisión Europea el sector de las TIC en Europa ya produce el 5% del PIB europeo lo que representa 600.000 millones de euros al año y es directamente responsable del 20% del incremento de la productividad total anual.
Y todo ello, pese a que en Europa nos hayamos todavía en un estado de desarrollo que no ha alcanzado la madurez de mercado de los EEUU, entre otras cosas debido a la heterogeneidad del panorama regulatorio entre los países que integran la UE. Así por ejemplo, la fragmentación del mercado digital es uno de los grandes problemas que Europa todavía tendrá que solventar pues a pesar de contar con una moneda única, nuestro mercado digital sigue estando muy fragmentado.
La Comisión tiene el objetivo de proponer una Zona Única de Pagos en Euros como uno de los adelantos en su Agenda Digital para Europa. Este es uno de los asuntos capitales que quedan por desarrollar en el ámbito europeo pues para crear un servicio europeo en línea, pongamos por ejemplo una tienda de música on-line, la empresa que intentase desarrollarlo tendría que negociar con numerosas sociedades de gestión de derechos basadas en veintisiete países. Así pues, todavía quedan muchas cosas por hacer a nivel regulatorio en torno al mercado digital de la UE, en muchos ámbitos los derechos siguen siendo estrictamente nacionales y los sistemas de licencias son diferentes en cada país. Una situación completamente distinta a la que se vive en los EEUU.
Por ello, pese a que ya en el año 2009 el informe del parlamento Europeo sobre la Agenda Digital denominó a la libre circulación de contenidos y conocimentos por internet como la “Quinta Libertad”, aún estamos muy rezagados en este ámbito, sobre todo si nos comparamos con los EEUU.