París, Atenas y Kiel, capital del land de Schleswig-Holstein. Tres regiones separadas por un radio de 3.000 kilómetros. Tres regiones aparentemente diferentes, pero tres regiones que compartirán este domingo el interés de la canciller Merkel. Tres zonas que tienen este domingo una cita con las urnas, y cuyos resultados supondrán el faro bajo el que guiar la política comunitaria en los próximos meses para salir del avispero económico que es la eurozona.

Schleswig-Holstein, con 2,2 millones de electores, es la primera de las dos etapas electorales consecutivas que afrontará la canciller. La siguiente será el próximo domingo en Renania-Westfalia, y en ambos casos, el futuro para el gubernamental CDU es confuso. Limítrofe con Dinamarca, es la región más turística de Alemania y allí el futuro de la canciller pasaría, según los sondeos, por una nueva derrota en pos de los socialdemócratas, partido de pujanza ante el desgaste electoral de Merkel, que podrían formar coalición con los Verdes, y dibujar un hipotético pacto de futuro Gobierno nacional el próximo año.

Esto en clave interna, porque fuera de sus fronteras, la canciller estará muy pendiente de la segunda vuelta francesa y de las elecciones griegas. En el primer proceso, Merkel podría perder a su pareja de baile en los últimos años para adentrarse en territorio Hollande, territorio abonado, al menos en la teoría en fomentar el crecimiento, dejando a un lado el martillo pilón austero. En el caso griego, dolor de cabeza de Merkel en los dos últimos años, una victoria holgada de Samaras o Venizelos otorgaría tranquilidad para seguir aplicando los hercúleos planes de ajuste. El peor escenario para Merkel sería un parlamento heterogéneo lleno de partidos euroescépticos que se alejasen de la orilla en la que está posada la canciller Merkel. Y desde ahí es donde espera al próximo domingo. Un domingo de elecciones.