Uno de los motivos fundamentales para explicar la lenta implantación de esta clase de eco arquitectura es puramente económica. Podríamos denominarlo el “coste adicional”. Según diversos estudios, el coste de una construcción que cumpla con los parámetros de sostenibilidad y eficiencia energética supone entre un 10 y un 15% más del habitual. Una vivienda de 100.000 euros, supondría un precio de en torno a los 115.000 euros. El empleo de materiales aislantes especiales, la implantación de fuentes renovables (aún más caras que las fuentes no renovables como el petróleo o el carbón) y el equipamiento tecnológico de las viviendas explican este sobrecoste.
El arquitecto Ertsey Attila, del estudio KÖR KFT rebaja estas cifras y apunta que el incremento final para una vivienda unifamiliar ronda el 8%. Pero este sobreprecio no es nada comparado con las ventajas en salud y bienestar que estas construcciones bioclimáticas aportan al ser humano. Supondrá mejor calidad de vida para sus usuarios y un menor impacto en el medio ambiente. Además el propio Attila rechaza los argumentos de los que claman en contra de estas construcciones argumentando su alto precio. Él indica que el sobrecoste puede rondar el 8% del total del precio final. Pero esta cantidad quedará amortizada, según sus cálculos en unos 10 años “ gracias al ahorro de las facturas mensuales de electricidad, gas y agua” por lo que, en el largo plazo, una familia que apueste por comprarse una casa que respete el medioambiente, tendrá que pagar menos dinero mes a mes y el coste extra que pagará de inicio quedará amortizado en un plazo de entre 8 y 12 años.
Me has convencido, mañana mismo encargo una vivienda bioclimática jajajaja.