Estas dos organizaciones fundadas por gobiernos, financiadas mediante impuestos, manejadas por políticos, que cuentan con grandes burocracias y cuyas misiones consisten en intervenir los mercados para corregir sus ‘imperfecciones’, tienen poco o nada de liberales. De tal forma, quienes hacen esta afirmación demuestran su completa ignorancia sobre la naturaleza de estas dos instituciones.
Los liberales vemos al FMI y al Banco Mundial con un alto grado de escepticismo. Esto es debido a que ambas instituciones cuentan con un amplio historial brindando apoyo económico a gobiernos que se caracterizan por políticas irresponsables. Por ejemplo, al salir al rescate de países que se encuentran en aprietos financieros, el FMI incentiva el mantenimiento de las políticas que generaron las crisis en el primer lugar. ¿Para qué realizar reformas si el FMI va a venir a rescatarnos? Así, el FMI rescató a Argentina con préstamos masivos que no terminaron por evitar una crisis financiera ni estimular políticas disciplinadas.
Por su parte, el Banco Mundial cuenta con un macro récord de gastar cientos de miles de millones de dólares en ayuda externa que ha sido destinada mayoritariamente a gobiernos cuyas políticas inhiben el crecimiento económico. La eficacia de los fondos se ve disminuida aún más por las deficiencias institucionales y la corrupción que caracterizan a los gobiernos que reciben la ayuda externa.
Aún cuando estos organismos dan dinero a cambio de reformas ‘liberales’, en la práctica esta condicionalidad no funciona. Como mostró el economista y ex funcionario del Banco Mundial, William Easterly, hay países que han estado en la planilla del FMI durante décadas. La inercia burocrática de ambos organismos los obliga a entregar dinero sin importar si los gobiernos han reformado sus economías o no. De otra forma la alternativa es dejar de dar recursos y quedarse sin trabajo.
Las grandes reformas en América Latina se han hecho a causa de factores domésticos –lamentablemente muchas veces por crisis económicas– y no porque durante décadas se hayan recibido préstamos.
La pobreza y el subdesarrollo dependen en última instancia de las políticas que implementen los países, y no de factores o instituciones externas. El FMI y el Banco Mundial pueden haber contribuido a la perpetuación de políticas contraproducentes, pero en definitiva no son responsables ni por el éxito ni por el fracaso económico de los países.
Este artículo viene de la siguiente serie: Mentiras al desnudo.
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