Segur que tomba

galeuska‘’¡Ciutadans de Catalunya; ja sóc aquí!’’ Hace 35 años ya, desde que Josep Tarradellas comenzara con esta sentencia el celebre discurso con el que retornaba a España.

Con dichas palabras se consideraba restituida la legalidad de las instituciones autónomas, barridas por la barbarie de la Guerra. Como bien dice, hablaba a los ciudadanos de Cataluña, iba a trabajar para los ciudadanos de Cataluña y por conseguir una Cataluña prospera, democrática, y en libertad.

Se trataba del primer rayo de sol democrático tras otros 35 años de oscuridad franquista, de restricción de libertades, de anulación identitaria, de barrabaserias judiciales.

Sin embargo, el enfoque del discurso, pese al esfuerzo por no decir ‘’catalans’’y decir ‘’ciutadans’’ ya nos habla de su visión sectaria del conflicto.

Y es que todos los soberanistas de las regiones periféricas españolas (GALEUZCA), nos plantean la disputa como una contraposición entre España y sus respectivas regiones. Un enfoque a todas luces erróneo, ya que no es posible hablar de España, sin contar con, por ejemplo, Cataluña; estaríamos hablando de otra cosa.

La visión de que el franquismo maltrató exclusivamente a los ciudadanos de estas regiones es algo generalizado por aquellos lares. No se tiene en cuenta que donde más fusilados hubo fue en los lugares en los que supuestamente triunfó el golpe. No se tiene en cuenta que la represión fue igual en todas partes, que la anulación del individuo, la imposición del dogma, el clientelismo y el favoritismo, fue la misma allá donde fueses.

Este punto de vista es el fruto del absurdo autonómico en el que nos encontramos inmersos. Me repito, pero hemos vertebrado este país con huesos artríticos, y en cuanto se tensa la situación, parece que se va a romper por los cuatro costados.

Por no crear un Estado federal, que era lo que nos pedía el cuerpo en la Transición, creamos la pamplina autonómica. Esto consistió en no reconocer la identidad integradora de las regiones, para mantener tranquilos a los del águila, pero dándoles la posibilidad a dichas regiones de obtener una cuota autónoma muy superior a la de cualquier Estado federal del mundo. Así por ejemplo nos encontramos hoy en día con una educación segmentada, particularista y sesgada, enseñándose en cada colegio de las cuatro esquinas de España, lo que al iluminado de turno le viene en gana, generando incultura y fanatísmo. También nos encontramos con regiones ‘’por la cara’’, por decirlo de alguna forma, creadas ex professo para contentar a unos y no descontentar a otros; olvidándose de lo que eran la regiones históricas, de los pueblos y de las instituciones tradicionales.

A ese erróneo antagonismo España-GALEUZCA, el resto de españoles hemos hecho más bien poco por solventarlo. Por poner un ejemplo, este texto está escrito íntegramente en español, y en su práctica totalidad en castellano. Esta reflexión obvia y absurda es algo, que bien ya sea por incultura u obstinación, la gente no quiere entender. El idioma español no existe. Hay varios idiomas españoles y el más usado es el castellano.

Nos guste o nos disguste, para lo bueno y para lo malo, todo somos españoles. Desde de Juana a Inestrillas, desde Tarda a Fraga, somos todos igual de españoles, tenemos los mismos derechos y obligaciones. Aunque no queramos verlo así.

Ser español no es un sentimiento, es una identidad. La típica frase de: ‘’que se jodan, que no son españoles’’, referida al fútbol, a la política o a prácticamente cualquier cosa que se os pueda ocurrir, hace flaco favor a este país.

El querer incumplir la legalidad cada vez que un etarra va a salir de la cárcel, hacer unas leyes para unos y otras para otros, hace daño a este país.

Si a todo esto añadimos que el partido con mayoría absoluta en el poder es una fuerza minoritaria en Cataluña y el País Vasco, que encima incumple sistemáticamente todo lo prometido previamente a las elecciones, nos encontramos con un rechazo frontal a todo lo que venga del Estado central, con un ansia por el desarraigo y con un anhelo por el autogobierno que presumiblemente satisfará mejor sus necesidades. Habrá que ver que ocurre en las elecciones autonómicas vascas, pero auguro un desmoronamiento de los partidos con representación estatal y un auge sin parangón de los abertzales.

En el otro lado de la balanza, también se fomenta el error, y además con exacerbada profusión. Acabar con todos los vínculos de unión parece ser la política general de los bloques nacionalistas, ya sea en la cultura, en el ocio, en las costumbres o en la Ley. El querer hacer sentirse incómodo a todo aquél que no comulgue con sus preceptos es dogma. Propiciar el desencuentro y el recelo es la tónica general. Generar el descontento de la población achacando todos los problemas a las supuestas y falsas fuerzas de ocupación es costumbre.

En esta animadversión participamos todos. Con exabruptos y menosprecios a nuestras identidades nacionales, con falta de educación y de respeto. Y es evidente que así no vamos ningún sitio.

España no se rompe. España se rompió hace muchísimos años, y parece que la ha remendado un manco. Parece que hacemos todo lo posible por generar el odio, cuando es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa. Pero eso no interesa. Lo que interesa y gusta en este país es tocar los cojones a todo el mundo. Lo que gusta es ser el más duro, el más radical y el más maleducado.

Así que parafraseando, maltraduciendo y cambiándole el contexto a Lluís Llach: “si yo tiro fuerte por aquí y tú tiras fuerte por allá, seguro que se rompe’’

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