En las últimas fechas, nos hemos visto sorprendidos por la noticia de dos brutales ataques a miembros de la comunidad política.
Por un lado, en Estados Unidos vivimos el brutal atentado contra la congresista Gabrielle Giffords, que resultó gravemente herida, y a la que Sarah Palin situó en su “punto de mira” durante las últimas elecciones, en un mapa en el que se veían varios “objetivos a batir”. El oponente republicano de Giffords, basó su campaña en un lema tan peculiar como “Ayuda a quitar a Gabrielle Giffords de su puesto” e invita a sus seguidores a “disparar un rifle automático M16 con Jesse Kelly.”
Por otro ya a nivel más local, pudimos ver la reciente agresión sufrida por el consejero de Cultura murciano, Pedro Alberto Cruz al que de manera burlesca se apodaba el “sobrinísimo” El ataque al grito de “sobrinísimo, hijo de puta” pone de manifiesto que el móvil es político. María Dolores de Cospedal, ha insistido en señalar al PSOE como responsable de la agresión.
En ambos casos, parece ser que el móvil de las agresiones es exclusivamente político, y es que como reza el dicho, “el que siembra vientos recoge tempestades”, y el estado de la crispación en el que se encuentra el mundo político en el globo, desde luego invita a la reflexión.
Cada vez son más comunes los partidos de ultraderecha, con gran número de adeptos, en Holanda, Dinamarca, Austria, Suiza, Italia, Francia, Estados Unidos etc… Cada vez hay más desconfianza contra los inmigrantes, que a la postre acaban siendo los culpables de todas las situaciones de crisis, ya sea ahora, o en tiempos de Isabel la Católica.
Es triste ver como la historia se repite delante de nuestros ojos, y nadie parece dispuesto a pararlo, me dan igual los culpables, que sean de ultraderecha, como el caso americano, o de ultraizquierda en el caso Español, cualquier forma de violencia es deplorable, pero no solo debemos condenar los hechos violentos en sí, también debemos de ser especialmente críticos con los comportamientos y el modelo de educación e información de esta sociedad, que han dado como resultado a individuos capaces de cometer tales atrocidades por el mero hecho de tratarse de personas cuyo mayor delito era pensar de manera diferente.
Sin duda, en esto tiene más que ver la educación que la información. Pero pienso yo que la cuestión y el problema está en la educación que se recibe en el ámbito familiar más que la que se recibe en la escuela, que también influye.
Me dan mucho ascolos grupos de aficionados violentos que van al fútbol, ya sean de extrema izquierda, de extrema derecha, o simples descerebrados, que llevan una aparente vida normal, y que cuando van al fútbol se transforman.