Perspectivas de un europeo en el mundo



Europa y el mundo entero han dejado atrás al más sangriento de todos los siglos que ha vivido la humanidad. El caso de Europa es particular y único, pues casi todos los pueblos de los estados miembros han estado en guerra con sus respectivos vecinos en algún momento de la historia, si no ha sido en varias ocasiones; y la mayoría de sus naciones, participaron de alguna manera en las dos guerras mundiales.

Todos los estados sufrieron, y en cierta medida, el resultado de la Unión Europea es consecuencia de la inefable necesidad de aprender de los errores pasados. Y también, de la plena voluntad de los estados miembros por jugar un papel de importancia capital en el mapa geopolítico mundial del s. XXI.

Sin conocer mucho las instituciones de la UE creo intuir que pecan de excesiva burocratización. Sin embargo, lo que le hubiese ocurrido a las naciones europeas en caso de no haberse organizado para formar una entidad monetaria única, y superior en cuanto a PIB al resto de potencias mundiales, hubiese sido la decadencia y desaparición de nuestras culturas con el paso de los siglos.

En el panorama internacional del s. XXI ya se entrevé que las naciones europeas de forma independiente no hubiesen tenido nada que hacer ante el surgimiento de las nuevas y grandes potencias en vías de desarrollo, no digamos nada dentro de X siglos. China, la India, Brasil y hasta la decadente Rusia tienen mayor capital humano y recursos naturales que cada una de las naciones europeas por separado, y posiblemente que todas juntas.

No obstante, la creación de la UE nos ha asegurado, -a los europeos-, seguir siendo unos actores decisivos y decisorios en el nuevo panorama geopolítico mundial. Aunque siendo realistas, aún estamos lejos de conseguir una entidad operativa que resuelva los problemas internos que en estos tiempos de crisis están acaeciendo sobre nuestras economías y nuestros estados.

Aún queda mucho camino por andar y muchas cosas a las que aspirar. En primer lugar, los estados europeos deberían ceder soberanía en campos políticos y fiscales. Sin embargo, la idiosincrasia propia de nuestras naciones está impidiendo que así se produzca, y cuanto antes suceda, mejor será. Resulta duro de reconocer y de aceptar para las naciones europeas que de ahora en adelante las decisiones que afecten al núcleo más determinante de las vidas de sus ciudadanos vayan a ser decididas en casa ajena, pero debemos entender que Bruselas también es ya hoy nuestra casa. Debemos ser capaces de entender esto para poder actuar en pro de un bien común, para poder gestionar nuestros recursos de una forma más eficaz, para poder distribuir los bienes de una forma solidaria entre las regiones evitando así que se produzca lo que ya está sucediendo. Es decir, una Europa a dos velocidades y sin rumbo en donde los propios estados se están desmembrando y dividiendo. Este es el caso de España, donde las rémoras de la guerra civil aun están vigentes en las políticas regionales y en el proceso descentralizador iniciado con la Constitución de 1978.




Europa está necesitada de liderazgo y de compromiso. Liderazgo político por parte de nuestros mandatarios. Pues sin él, nuestro proyecto común decaerá con el paso del tiempo y la influencia internacional de nuestra unión será eclipsada por otras naciones o uniones de naciones. Y compromiso, pues debemos conseguir llegar a convivir en una unión de naciones y regiones que aspiren a ser un todo en la diversidad. Un todo unido en el derecho y heterogéneo en su cultura y en sus costumbres. Y sólo así, podremos aspirar a ser un ejemplo de éxito.

En nuestros días Europa adolece de una excesiva burocracia que lo paraliza todo. Consejo, Comisión y Parlamento están en constante discusión para sacar adelante medidas que por tanta intromisión e interposición de autoridades acaban siendo recortadas y sesgadas hasta que algún día remoto ven la luz. Así lo demuestra el día a día de nuestras instituciones que sin ir más lejos, para sacar una nueva regulación sobre supervisión financiera llevan más de tres años de discusión.

A todas luces, lo que hace falta para la segunda fase del proyecto de construcción de la UE es la búsqueda de una mayor practicidad a la hora de diseñar mecanismos de decisión. Y para ello, nuevamente hará falta que los países dejen de lado sus aspiraciones soberanas. Evidentemente, no se puede intentar aspirar a que todos los aspectos de la vida cotidiana de un país sean dirigidos desde Bruselas, pero sí que aspectos como la armonización fiscal y la política económica  y la justicia, cuando atañan a varias naciones de la Unión o a sujetos externos de la Unión, sean llevados desde la Unión. También sería necesaria una Constitución común que refuerce los principios y valores comunes que rigen nuestra Unión y que anteponga límites espaciales y geográficos a nuestro proyecto a pesar de que el primer intento de Constitución haya resultado fallido. Sin ellos, no tiene sentido pretender ir más allá.

Si esto fuese así, los gobiernos nacionales pasarían a ser más unos administradores y ejecutores de las voluntades del Parlamento Europeo y de los diferentes entes europeos. Y ciertamente, lo prefiero pues el discurso de los políticos nacionales pasaría a ser más práctico y demostrativo que demagógico. Los Parlamentos nacionales se reunirían en ocasiones puntuales, para aprobar los presupuestos generales del partido gobernante y para retocar, revisar o adaptar las leyes aprobadas en el Parlamento Europeo.

Nuestro liderazgo en estos tiempos es económico, cultural y tecnológico. Nuestras ventajas son la alta capacitación y formación de nuestra clase media y el desarrollo anterior de nuestra sociedad industrial y del estado de derecho. Pero las nuevas potencias venideras no tardarán demasiadas décadas en alcanzar los mismos beneficios de los cuales nosotros gozamos ahora. Las épocas pasan deprisa y dentro de mil años, si todavía seguimos aquí, deberíamos aspirar a tener una sociedad mundial cosmopolita y multicultural que viviese en un estado de bienestar y de derecho global en el que la pobreza fuese residual o voluntaria. Así lo apuntan los objetivos de la Estrategia 2020. Una Europa que repasando toda nuestra historia parece imposible o utópico pero al que debemos aspirar con las máximas pretensiones.





 
4 comments for “Perspectivas de un europeo en el mundo

  1. Danilovih
    23/05/2010 at 13:13

    El único camino posible es construir una Europa fuerte, sólida y unida.

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