Cuando Francia abraza a Hollande como la nueva boya sobre la que asentar una política alejada del martillón pilón austero, y Grecia se precipita al vacío con un parlamento diáfano, heterogéneo y euroescéptico, la ola de incertidumbre sigue su camino recorriendo el Viejo Continente con una crisis de deuda que galopa y unos procesos electorales que devoran Gobiernos ante la voracidad de la misma.
Mientras esta incertidumbre se había instaurado en países generalmente periféricos, tocando tibiamente algún polo de la rica, pero asustada Francia; las dudas comienzan a desembarcar en el centro de Europa, en países de perfil apocopado pero estables en su devenir económico, al menos hasta ahora.
Holanda ha convocado elecciones anticipadas para el 12 de septiembre después de que la florida coalición gubernamental aprobase un duro ajuste rechazado por uno de sus socios: la extrema derecha, que considera que la lucha contra el déficit no puede imponerse sobre el bienestar de la población orange. Camino a las urnas por una senda impuesta por la agenda económica. Dirección opuesta a la tomada por Bélgica, donde el desgobierno ha sido intrínseco al país en los últimos años y que espera encontrar en el socialista Elio Di Rupo la estabilidad que no abrazaron en 18 de meses en los que no fueron capaces de formar Gobierno por diferencias regionales que tuvieron en la economía su diana, sobre todo por la necesidad de aplicar ajustes para cumplir con el mantra del déficit exigido por Bruselas
Un avispero económico que ha derivado en inestabilidad gubernamental que podía tener su continuación el próximo año con las elecciones generales en Alemania e Italia cuyos líderes podrían engrosar la lista de líderes europeos arrollados por la crisis desde su inicio en 2008. Hasta ahora han sido 19.