Ángel María Villar dio el pasado miércoles, en el estadio lisboeta de La Luz, un paso más en su estrategia milimétrica que día a día le acerca a donde ni el mismo se imaginaba hace algún tiempo: la presidencia de la FIFA. Ni siquiera el severo correctivo que recibió ‘la roja’ a manos de los lusos borró un ápice la sonrisa interna de un directivo cuyos pensamientos estaban muy lejos de lo que sucedía a sus pies.
Porque, que nadie se lleve a engaño, el verdadero encuentro amistoso no se disputó entre Portugal y España sobre el césped del estadio capitalino, sino unos metros más arriba, concretamente en el palco, y entre los representante de ambas federaciones con el señor Villar, como no podía ser de otra manera, a la cabeza.
El presidente de la Federación Española de Fútbol al que, haciendo uso del ingenio de Pedro J. Ramírez en su día a la hora de mentar al Felipe González, podríamos llamar el ‘inquilino de Las Rozas’ tras 22 años ocupando su puesto, sabe que si crecen las posibilidades de que España y Portugal alberguen el Mundial de 2018 también lo hacen también las suyas de sustituir a Blatter al frente del máximo organismo de fútbol mundial.
El éxito de la candidatura ibérica, que conoceremos en menos de dos semanas, supondría el espaldarazo definitivo para un Villar muy cercano al ala conservadora de Blatter y, por lo tanto, alejado de el otro hombre fuerte del fútbol, el presidente de la UEFA Michel Platini.
A nadie se le escapa que Portugal no tiene capacidad para organizar una Copa Mundial de fútbol, mientras que España ya ha albergado una, por lo que no necesita de nadie para repetir. Villar le tiende una mano al vecino luso y le ofrece un caramelo que ni se podía imaginar, menos después de organizar en 2002 una Eurocopa de Naciones.
En este punto es cuando el lobby de Ángel María Villar se pone manos a la obra. La ecuación es sencilla: Le digo a los portugueses que organizamos un Mundial (por supuesto la final en España); ellos se emocionan y dicen que sí sin restricciones; la UEFA les pone mala cara porque ya tuvieron su gran cita hace 8 años lo que les une más a mí; como Blatter es mi amigo consigo apoyos y gano la votación; los portugueses no se lo pueden creer y le dicen a los brasileños (primos hermanos y federación de mucho peso) que soy fantástico y que me apoyen en todo lo que yo quiera); los brasileños ya tienen su Mundial (2014) así que no pierden nada; y el resto de apoyos en Sudamérica ya los tengo atados gracias a la cultura e idioma común. Conclusión, cuando Blatter deje paso (dentro de no mucho) ahí está Villar para ocupar su lugar.
Y por si fuera poco Villar cuenta con algo muy importante, la suerte. Porque este maquiavélico plan no tiene más de dos o tres años. Concretamente a raíz de que España ganara la Eurocopa. Meses antes el presidente pasa uno de sus peores momentos al frente de la Federación. Pero entonces llegan el triunfo en Austria y Suiza encadenado con el de Sudáfrica, procurado a Villar una magnitud que necesitaba a nivel internacional y que, si España y Portugal organizan el Mundial de 2018, ya no le abandonará en su escalada a lo más alto.