El prestigio de Marguerite Yourcenar se cimienta sobre todo por tres novelas fundamentales Memorias de Adriano, Alexis o el tratado del inútil combate y Opus Nigrum. El resto de su obra incluye ensayos, autobiografía, teatro y hasta un libro de haikus. A este “resto” tan poco difundido pertenece Una vuelta por mi cárcel.
Es una obra inconclusa ya que, si bien Yourcenar había escrito la mayoría de los textos, tenía la intención de ampliarla. Algo seguro es que la francesa pensaba titular a este compendio de esa forma. Un fragmento que pertenece a Zenón, el personaje de Opus Nigrum quien declara ¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta por su cárcel? Un libro conformado por 14 textos de diferentes viajes realizados por la autora más una conferencia dictada en el Instituto francés de Tokio en 1982. El título de esa conferencia es Viajes en el espacio y en el tiempo. Están ahí ya las claves del viaje en la concepción de Yourcenar. La búsqueda del conocimiento como motivación principal. Instruirse y gozar de la vida como base del viaje en todos los tiempos. “En el hombre, al igual que en el pájaro, parece haber una necesidad de emigración, una vital necesidad de sentirse en otra parte” Y agrega :“Presentimos que, pese a todo, nuestros viajes, al igual que nuestras lecturas y encuentros con nuestros semejantes, son unos medios de enriquecimiento que no podemos negarnos”
Encontramos en estos escritos elegantes a la políglota consumada, la ciudadana del mundo, la amante de la antigüedad, un espíritu nómade por excelencia. El volumen se organiza en torno al viaje al Japón que la escritora realizó en 1982. Diez textos que combinan relato y reflexión. Se suman una evocación de la ciudad de San Francisco, dos relatos de viajes al Canadá y Alaska, así como un crucero por el archipiélago de Hawai.
Nos deleitamos con sus reflexiones acerca de la delicada poesía de Basho, el gran maestro del haiku. Las estampas donde disecciona las ciudades japonesas y todos los cambios que las aquejaron después de la segunda guerra mundial. Su fascinación por el mundo del teatro kabuki. Sobre todo los detalles de sus ritos y simbolismos. Los pensamientos y observaciones al visitar la casa del fallecido Yukio Mishima. El novelista japonés a quien dedico un libro (Mishima o la visión del vacío). Era tal la fascinación de la francesa por los escritos del oriental que aprendió japonés para leerlo en su lengua original.. Tal como su padre le había enseñado latín y griego para que se deleitara en el mundo de los autores de la antigüedad clásica.
Yourcenar entrando en el hemiciclo de la Academia Francesa. Sobria en su traje negro. Con el detalle casi aristocrático de un chal de seda blanca cubriéndole la cabeza. Y la procesión de académicos almidonados, de riguroso esmoquin, atestados de condecoraciones. Sorprendidos ante la majestuosidad de esa primera mujer en la historia que los acompaña. Y Yourcenar entrevistada por Bernard Pivot en su despojada casa de Maine, rodeada de libros, muebles de madera noble, la cabeza nevada, los ojos que parecen entreabiertos, y esa media sonrisa de abuela sabia diciendo que cuando escribe siente “Plenitud”. La viajera eterna que nos ilumina en estas páginas memorables.