Cuando Elías Canetti compareció en Estocolmo ante el comité del Nobel literario en 1981 quedaban atrás años de ostracismo, huidas y penurias de juventud. La historia fascinante de un sefardí nacido en el imperio austro-húngaro. Hijo pródigo de un pueblito recostado sobre el Danubio. Ese gran río-vida delineado con maestría por Claudio Magris. Un hombre traspasado por varios idiomas, culturas, tradiciones. El fresco efervescente de una sociedad en transición que reflejaría en esa serie autobiográfica que haría de Canetti un autor conocido para el gran público (La lengua absuelta, La antorcha al oído, El juego de ojos)
El escritor búlgaro, más tarde nacionalizado británico, concibió en la capital del Imperio Británico las coordenadas fundamentales de Masa y Poder. Un texto único mezcla de ensayo, estudio, reflexión filosófica e itinerario vital. Fueron casi veinte años de lecturas eclécticas. Ingentes libros de filosofía, sociología, religión, antropología. Todo servía para alimentar esa obra titánica que consumía su vida y genio literarios. En paralelo a esta escritura desgastante Canetti empieza a tomar notas en sucesivos cuadernos de apuntes que son para él “una válvula de escape”. Un alivio mental a semejante tensión. El mismo los definió como “un modo de respirar”. Luego de una ardua selección los divide en diferentes períodos. Y así estos Apuntes (1973-1984) conforman una entrada inigualable para su universo creativo. Una escritura fragmentaria expresada mediante un lenguaje austero y despojado. Son notas, apuntes, aforismos, ráfagas de una inteligencia en movimiento. Pero no es la palabra una sentencia compacta. Una moneda lanzada al aire para que alguien se haga cargo: “Todo lo que falta en ellos es importante. El lector se entrega él mismo como complemento”. Son de carácter accidental, provisorio.
Hay autobiografía intelectual de la más cruda: “…tendré que comprar libros hasta el último instante de mi vida, sobre todo cuando sé con seguridad que nunca los leeré. Creo que es también parte de la rebeldía contra la muerte. Nunca quiero saber qué libros entre esos se quedarán sin leer. Hasta el final no está determinado cuáles van a ser. Tengo libertad de elección, puedo elegir en cualquier momento entre todos los libros a mi alrededor, y por ello tengo en mi mano el curso de la vida” El enigma principal.La muerte en todas sus formas. Ya sea la de un ser humano“El último indio ona ha muerto en Tierra del Fuego” Ya sea en forma de fábula futurista: “Todas las casa de la tierra vacías. Un solo superviviente para todas las casas” O también representada en el amor del gran humanista que era y su afecto por las lenguas del mundo“En vez de apostar por las elites, apuesta por las lenguas moribundas” La muerte como gran enemiga a vencer. Todo lo demás es, para Canetti, desgracia derivada de esa gran barrera insalvable. La fuerza del pensamiento como trampolín para la búsqueda constante: “Descubrimientos que se vuelven contra uno mismo, ante los que uno tiembla.”Reforzada más adelante: “Nada es más grande que el pensar, cuando empieza siempre de nuevo: el salto, el apartarse de la nada, del punto muerto.” Hay que diferenciar estos Apuntes (1973-1984) de sus diarios. Aquí Canetti no consigna acontecimientos cotidianos. Plasma en un tono seco y directo una serie de ramalazos de los más variados. Desde la reflexión analítica, el aforismo clásico, epifanías, relatos diminutos y hasta opiniones políticas. Son escritos que el lector retomará en otro momento. Recordará días después para reformularlos. Polemizará con su autor, con su concepción del mundo o se rendirá ante su genio. Pero seguro no saldrá indemne del trance.