A veces uno se pregunta a si mismo si no sería mejor vivir en otra época. Básicamente, ese es el argumento de la última película de Woody Allen, Midnight en Paris. Cuyo protagonista tiene la oportunidad de vivir en el lugar a donde su añoranza le lleva. En su caso, al ser un artista el protagonista, el lugar de encuentro con su melancolía es el París de los años 20. Lugar en donde curiosamente convivieron algunos de los mayores artistas del siglo XX. Lo cierto es que hay bastantes películas que utilizan esta idea “original”. La máquina del tiempo y el teletransporte se escapan de la realidad, pero no de la imaginación y el arte. Goethe decía que “el arte era el mediador de lo inexpresable” y ya viajaba al pasado con Fausto y Mefistófeles.
En un viaje al presente repentino parece que Leviatán y Rubalcaba se han pasado esta semana por la SGAE. Sociedad de autores que lejos de tener un caracter puramente cultural, vivía inmersa en la defensa más mercantilista del arte. Porque pensar que el arte se va a acabar por la llegada de internet es algo que simplemente puede decir alguien que esté montado en la ola del glamour, sólo que en este caso nadando a contracorriente.
Como bien afirma el País: “La SGAE es el conglomerado privado más importante del mundo cultural en España, tanto por el número de socios y los fondos que maneja, como por su poder de influencia”. Es una sociedad que lleva cobrando a los españoles un canon compensatorio por copia privada desde hace más de 20 años, todo ello, a pesar de que la UE haya declarado el canon ilegal. Sin duda, la SGAE se ha conseguido posicionar como uno de los lobbys más importantes y odiados de España.
En fin, estoy seguro que Teddy Bautista ahora mismo estará deseando viajar al pasado. A un lugar en donde no estuviesen los focos de los medios de comunicación, donde no existiesen los ordenadores, ni el dinero y la avaricia. Pero lo tienes jodido Teddy, pues eso sólo pasa en la ficción y la verdad es que tras 30 años en el cargo hace tiempo que te vendiste a la imparable marea de la mercantilización del arte. Y que tu ex-mujer mendigue en las calles de Madrid mientras tu tienes chofer suena demasiado estridente y desapacible.
Las sociedades de autores y las empresas de la industria cinematográfica y editorial, llevan años presionando a las autoridades para que tomen cartas en el asunto de los derechos de propiedad intelectual. Lo cierto es que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y quieren seguir sacando una tajada impresionante de los derechos de explotación de obras que ni siquiera les pertenecen. (Véase el caso Happy Birthday to You). ¿Acaso alguien duda del valor universal de la cultura? No, pero sí de sus formas de explotación. Aunque en este caso el tiempo demostrará lo equivocados que estaban Teddy y toda su tropa.