El pasado lunes veintiséis Canal+ emitió el octavo y último episodio de la primera (y presumiblemente única) temporada de Crematorio.
En espera de que alguna cadena generalista, entre las que Cuatro tendría todas las papeletas, haga llegar esta serie al público mayoritario, no quiero dejar escapar la oportunidad de dedicar unas líneas a uno de los proyectos más ambiciosos llevados a cabo por la producción televisiva de nuestro país.
Crematorio está basada en la premiada novela homónima de Rafael Chirbes, en cuyas novelas se ha retratado la sociedad española de los últimos sesenta años. El escritor valenciano decidió tomar como tema la corrupción, tan habitual dentro de nuestras fronteras. En este caso, concretamente, la relacionada con el urbanismo en la costa mediterránea durante las últimas dos décadas.
Canal+, con su apreciable iniciativa “Originales Canal+”, decidió tirar la casa por la ventana e intentar emular a la madre de todas las series más prestigiosas de los últimos años, HBO. Y si bien la meta puede parecer descabellada, lo bueno de ponerse un objetivo tan elevado es que, aun quedando a medio camino, el resultado final puede alcanzar un nivel muy alto.
El esfuerzo llevado a cabo por los responsables de esta serie es indiscutiblemente digno de agradecer. La calidad general de la producción está a años luz de la teleserie estándar española y bastante por encima de lo que hasta el momento pretendían ser obras de calidad (Hispania, El internado, etc.). La calidad de la imagen, y no sólo por la posibilidad de disfrutar de la emisión en alta definición, es algo nunca visto antes en la pequeña pantalla nacional. Hasta ahora, en España, valía con ver unos pocos segundos de metraje para saber si uno estaba frente a una producción para la televisión o el cine. Crematorio ha eliminado esa barrera y, como pasa muchas veces con las series americanas, no sólo alcanza el nivel para la gran pantalla, sino que lo supera en muchos casos (hablando siempre de la producción nacional). Las localizaciones mayoritariamente exteriores, el cuidado de la fotografía y la calidad técnica y artística denotan no sólo el esfuerzo humano tras esta serie, sino también el económico. No cabe duda de que nos encontramos ante una producción de elevado presupuesto que nos demuestra que en este país también se puede ofrecer una televisión de calidad.
Por supuesto, el dinero ayuda mucho, pero no lo es todo. Uno de los principales responsables del buen nivel de la serie es Jorge Sánchez-Cabezudo, su director y guionista (con la colaboración del autor de la novela). Fogueado en capítulos sueltos de otros títulos televisivos y autor del prestigioso largometraje La noche de los girasoles, ha sabido estar a la altura y hacer bueno el generoso desembolso gestionado por MOD Producciones (a su vez detrás de títulos como Ágora o Biutiful).
Los actores principales también son en gran parte artífices del alto nivel de la serie. Pepe Sancho, en su papel de empresario absolutista, inteligente y con una particular escala de valores, está sencillamente brillante. Su carismático personaje, Rubén Bertomeu, llena la pantalla y hace que cada secuencia en la que no está presente se quede huérfana y pierda en empaque e interés. Con él los silencios y los gestos curtidos dicen más que muchas líneas de diálogo en boca de cualquier otro actor. En Hollywood deberían pelearse por conseguirlo para cualquier papel de capo de la droga latino.
Alicia Borrachero, en el papel de su hija, es probablemente la única que mantiene el tipo en comparación. El resto de los actores cubren el expediente en el mejor de los casos (Juana Acosta y Aura Garrido sitúan al reparto femenino por encima del masculino), o hacen un trabajo terrible que saca al espectador de la ficción (valga como ejemplo Manuel Morón en su papel como concejal de urbanismo).
En cualquier caso, más allá del nivel técnico o de interpretación, lo que destaca de esta producción, como en cualquier serie de calidad, es la historia que narra. En un país en el que los escándalos por corrupción son el pan nuestro de cada día es de recibo que una obra de ficción aborde el tema directamente y lo convierta en su eje principal. La historia es absolutamente creíble de principio a fin. Uno ve a cada personaje, las situaciones a las que se enfrentan y sus reacciones y no duda ni por un instante en que eso podría estar pasando a unos cuantos kilómetros de su casa. Una vez vistos los ocho episodios queda claro que la historia estaba lista de principio a fin desde el comienzo. Esto puede parecer obvio al tratarse de la adaptación de una novela, pero no son pocos los casos en los que una obra escrita muta inexplicablemente al pasar a cine o televisión para acabar alargándose indefinidamente y terminar siendo irreconocible. En Crematorio, en cambio, se ha preferido marcar un comienzo y un punto final claros que, salteados con unos cuantos flashbacks (algunos de ellos prescindibles y por debajo del producto general), cuentan una historia completa. Aquí no quedan cabos sin atar, no se abren tramas secundarias irrelevantes que luego quedan en el olvido ni se rellenan los episodios con pequeños arcos argumentales para mantener enganchado al espectador esporádico o con déficit de atención. Estamos hablando de una narración continua, como una película de seis horas cortada en fragmentos. Esta homogeneidad, coherencia y manejo del ritmo narrativo no sólo son excepcionales en la producción televisiva nacional, sino que tampoco abundan fuera de nuestras fronteras.
Es cierto que los responsables de esta serie no han llegado al nivel de referentes obvios como Los Soprano o, más aún, El Padrino (la evolución del personaje de Alicia Borrachero es un calco vagamente matizado del de Al Pacino en esa cinta). No obstante, la apuesta por la calidad en todos sus aspectos merece al menos el beneficio de la duda por parte del habitual espectador escéptico.
En ocasiones la ambición tiene premio, y Crematorio se lo merece.
Mientras no haya PENA de MUERTE para los que se enriquecen con el dinero de una nacion,continuara eternamente la CORRUPCCION.Al ELIMINARLOS habran menos corruptos y favorecera la ampliacion de la riqueza que podra usarse a las mayorias nacionales.Es por la corrupccion misma que el pueblo no puede liberarse de las garras de sus AMOS.