24 horas sin internet

Domingo 21 de abril, 00:00: Mientras configuro los menús de mi teléfono móvil me recorre una oleada de nerviosismo. Durante un instante dudo si hacerlo o no, pero finalmente toco la pantalla táctil y desactivo el wi-fi y la conexión 3G. Mi ordenador hace unos minutos que ha corrido la misma suerte. Desde ahora y hasta mañana a medianoche, no podré acceder a la red. Comienzan mis 24 horas sin internet.

Corrían los años 60, y en plena guerra fría, los científicos estadounidenses trabajaban en la creación de una red de uso militar para que, en caso de un ataque ruso, la información militar pudiese recuperarse desde cualquier punto del país. Fue en 1969 cuando por fin comenzó a funcionar ARPANET. Por aquel entonces, con solo 4 ordenadores del tamaño de una habitación, ni siquiera se sospechaba la vertiginosa expansión que internet sufriría a principios de los 90, cuando Tim Berners Lee creó la World Wide Web, más conocida como www.

Más de medio siglo más tarde, internet se ha convertido en una herramienta tan cotidiana que apenas nos damos cuenta de que la estamos usando. Nos conectamos a la red para contactar con nuestras amistades, para informarnos de cualquier suceso, para comprar unos billetes de tren o unas entradas de cine o simplemente para pasar el rato viendo vídeos, escuchando música, leyendo… Son tantas las posibilidades que internet nos ofrece, que somos capaces de estar conectados las 24 horas del día, gracias a las tecnologías móviles. De hecho, el 30%  de los internautas (unos 720 millones de personas) dice pasar más de 4 horas en la red, según un estudio del Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC).

Económicamente hablando

Internet no solo se ha hecho indispensable para los más de 2 billones de internautas. Hoy en día sustenta una gran parte de la economía global. Suponía en 2011 el 3.4% del PIB en los 13 países analizados por un estudio de Mckinsey Global Institute. Además del aporte directo al PIB, de manera indirecta la red contribuye con un excedente de 7 billones de euros por usuario: el ROPO (Investigar Online y Comprar Offline, según sus siglas en inglés), produjo en 2010 casi 1 billón de euros; por otro lado internet ha cambiado procesos clave (marketing, compras, venta final)  en negocios que  suponen hasta  ¾ partes del PIB. También, por cada trabajo que la red ha destruido, ha creado 2.4 más.  En España la situación es parecida: en 2009 internet aportó  23.400 millones de euros al PIB.  El consumo privado asociado a la red  (comercio electrónico y dispositivos  ligados a internet) produjo en ese año 14 millones de euros, y se espera un gran crecimiento para 2016. Pero no solo eso: la eliminación de barreras geográficas, el acceso a más sectores y clientes y la cooperación con estos últimos son otras ventajas que ha posibilitado internet.

24 horas desastrosas

La sociedad global actual, cuan Smartphone de última generación, viene con internet y wi-fi integrados. Los internautas estamos demasiado ocupados en twitear todo lo que hacemos, o viendo el último vídeo de Youtube, como para reflexionar sobre los cambios que ha sufrido nuestra vida en tan solo unas décadas. Es obvio que la red es una herramienta casi indispensable, pero ¿la usamos para pescar información o somos los peces atrapados en ella? ¿Cuál sería su reacción si, desde este mismo instante, le informasen de que no puede utilizar internet en las próximas 24 horas? ¿Qué consecuencias tendría para la sociedad pasar todo un día sin internet? El 18 de enero de 2012 podría habernos dado la respuesta: con motivo del debate de la ley SOPA en Norteamérica, las grandes empresas de internet, como Google, Facebook, Amazon o Ebay, amenazaron con cortar sus servicios durante 24 horas en señal de protesta. Al final, solo algunas de estas plataformas, como la Wikipedia, cerraron este día; Google se limitó a crear una página web de protesta. La ley SOPA terminó por no aprobarse, pero lo que ocurriría en el caso de que los gigantes de la red tuviesen un día de vacaciones no pudo comprobarse. Las razones por las que las amenazas de cierre no se llevaron a cabo, se intuyen puramente económicas. Y es que, según una estimación realizada en 2012 por Brad McCarty de The Next Web, los ingresos que dejarían de percibir estos colosos en tan solo 24 horas son más que considerables: Google generaría más de 920 millones de usuarios descontentos, con una repercusión económica de 78 millones de euros; mucho más modestas serían las pérdidas de Facebook, de unos 9 millones de euros, sumándole  los 880 millones de furiosos forofos de la red social que, a falta de otra cosa que hacer, se dedicarían a perseguir a Mark Zuckerberg. A los creadores de Twitter no les bastarían sus 140 caracteres para indignarse por los 300 mil euros que no ganarían, y mucho menos para pedir disculpas a sus más de 50 millones de usuarios. Amazon y Ebay, por su parte, perderían respectivamente 64 y 22 millones de euros. En total sumarían más de 220 millones de euros, lo suficiente para comprarse una isla desierta y vivir desconectados el resto de nuestras vidas. Pero el corte de internet no solo afectaría a las empresas que  operan únicamente en la red. El resto de la economía también se vería afectada. En España, un solo día sin internet haría decaer el PIB en aproximadamente 64 millones de euros. Por otra parte son muchas las empresas que utilizan la red para efectivizar parte de sus actividades; en España, casi el 60% de las Pymes poseen página web. Lo dicen las estadísticas, pero lo confirman los trabajadores que día a día acceden a la red para llevar a cabo su trabajo. En la comisaría de policía de Ribeira (A Coruña), internet “es lo que la mantiene comunicada con el resto de dependencias policiales a nivel nacional”, según dice David Lamiño, agente destinado en dicha comisaría. ¿Un día sin internet? “Significaría multiplicar por cuatro el trabajo ordinario, una vez pudiese volver a utilizarse”. María Pérez, de 31 años, es la directora del Hotel Talaso Atlántico, en Baiona (Pontevedra). En su jornada laboral hace uso de la red para promocionar el hotel, confirmar reservas o ponerse en contacto con los clientes. Un día sin poder acceder a la red, nos cuenta, supondría un retraso en sus actividades laborales: “sobre todo por el correo electrónico; dejarían de entrar las reservas de los clientes, las dudas no podrían ser respondidas, ni podríamos consultar alguna información puntual que nos hiciese falta”. En cuanto al panorama mediático las cosas no serían muy diferentes. En opinión del periodista y exdirector del Diario de Pontevedra, Antón Galocha, los periodistas abusamos de la búsqueda de información en la red; pero eso no es todo, los periódicos también utilizan redes internas para comunicarse, ver en tiempo real las noticias en las que están trabajando y compartir material entre los diversos medios y soportes del grupo de comunicación. Por no hablar de las versiones online de los medios. La mayoría de los diarios no podrían salir a la venta si pasasen un día sin internet. El sector educativo no sería una excepción. Tal y como cuenta el estudiante de filología inglesa Aitor Devesa, “el volumen total de trabajo que hago a través de internet en mi carrera es del 80%.” Los estudiantes no solo buscan información, sino que se comunican entre ellos, o acceden a los campus virtuales de sus universidades para obtener el material subido por sus profesores. Pasar 24 horas sin acceso a la red retrasaría, en algunos casos enormemente, el trabajo de los alumnos. ¿Y los transportes? ¿Podríamos siquiera viajar tranquilamente aunque no tuviésemos internet? La respuesta es, como supondrá, negativa. La primera molestia sería no poder consultar las rutas y horarios de los medios de transporte; pero tampoco sería posible comprar billetes por internet, que suponen, para algunas empresas como la ultra-conocida Ryanair, el 100% de sus ventas.

Cuerpos de seguridad, sector servicios, medios de comunicación, educación… solo son pequeñas muestras del gran contratiempo que causaría, en el campo laboral, tan solo un día sin poder conectarse. El impacto económico de internet, tanto directo como indirecto, afecta en mayor o menor medida a todos los sectores. ¿Dependemos entonces de la red? La respuesta, en cuanto al ámbito económico, es una rotunda afirmación.

Peligrosamente adictivo

¿Y a nivel individual? ¿Podría usted pasar 24 horas sin conexión? Porque internet es adictivo. Nunca antes un nuevo soporte había permitido realizar tantas actividades diferentes: informarse, leer, ver la televisión, escuchar música, jugar a videojuegos, ir de compras, charlar con los amigos o conocer nuevas personas, son ejemplos de lo que la aldea global puede hacer por nosotros. Y la lista no termina ahí. Por lo tanto no es difícil pasarse más tiempo del que se tenía pensado, sin ni siquiera darse cuenta, conectado a la red. Especialmente para los jóvenes, puesto que el 21% de los adolescentes españoles corre el riesgo de caer en una adicción a internet, según una información publicada por elmundo.es. ¿Pero es correcta la expresión “adicción”? ¿Puede actuar internet como una especie de droga? Resulta curioso que el término “adicción a internet” fuese inventado en 1995 por el psiquiatra Iván Goldberg, quien, a modo de broma, colgó en su web la descripción de los síntomas del “desorden de adicción a internet”. Cuál sería su sorpresa cuando, días después, comenzó a recibir cientos de llamadas de internautas que se sentían identificados. El debate aún existe actualmente en el ámbito de la psicología, y tanto seguidores como detractores de esta “enfermedad” han realizado numerosos estudios al respecto. En todo caso, los manuales de enfermedades y trastornos mentales, en concreto el CIE y el DSM, no recogen internet como una adicción, pero sí que lo sitúan en la clasificación denominada “otros trastornos del control de impulsos”, en cuanto que la red puede interferir en el desarrollo normal de nuestras actividades cotidianas.

Una de las principales formas de emplear nuestro tiempo en la red son las redes sociales. Los internautas pasan un cuarto del tiempo que dedican a la red conectados entre Facebook, Twitter y sus primas-hermanas. Por otro lado, el internet móvil permite a los usuarios acceder en cualquier momento y lugar, por lo que no es extraño  comprobar si hay alguna actualización en las redes sociales, o estar permanentemente conectados a ellas.  Esta popularidad  no resulta extraña: como animales sociales que somos, nos gusta estar en contacto con  nuestras amistades, o incluso conocer a gente nueva. Las redes sociales han simulado de una manera tan realista  la comunicación interpersonal, que  no son pocos los que mantienen el 90% de sus relaciones sociales a través de la red. Pero esto no es ni mucho menos positivo.  Según la opinión del psicólogo clínico Manuel Castro Bouzas, la red en ningún caso puede sustituir al contacto físico entre dos personas; en primer lugar porque “es una comunicación parcial centrada en lo verbal, porque dificulta el apoyo social y afectivo” y porque con una relación digital no pueden establecerse lazos tan fuertes como con un contacto cara a cara. A pesar de esto, las relaciones a través de internet son cada vez más populares. Para Bouzas, esto ocurre por dos factores: por un lado “la red es un medio con pocas posibilidades de fracaso”, en el sentido de que es muy difícil meter la pata mientras estás chateando en internet, ya que no es un medio espontáneo. Por otra parte,  en la comunicación a través de internet “hay cierta falta de autenticidad”, puesto que los internautas tienden a crearse un perfil con características exageradas, maquilladas o  simplemente inexistentes de sí mismos. Esto resulta realmente perjudicial, ya que en ese aspecto “internet mantiene la ilusión más allá de lo razonable o de lo positivo para una persona”. Sin embargo, los internautas pasan más de 4 horas al día en la red, no tienen tiempo para reflexionar por qué lo hacen. Aitor es un buen ejemplo de ello; con un tono de absoluta normalidad asegura pasar más de 8 y 10 horas al día conectado, y piensa que está en la media. “Un día sin internet cambiaría la totalidad de mis actividades, creo. En vez de estar en mi habitación con el ordenador, pues haría vida social”. A pesar de ello no le importaría pasar un día sin internet: “O sea, no me crearía ningún tipo de perturbación mental, pero… más de dos días o tres, pues ya no. Es fundamental para el ser humano del siglo XXI”. Por su lado, María confiesa que le fastidiaría mucho no tener internet durante un día,  principalmente porque “la falta de la red me dejaría incomunicada con ciertos grupos de personas”. Eso sí, aparte de permanecer en línea en el Whatsapp, apenas está una hora diaria conectada, y sus actividades  rutinarias no cambiarían demasiado. Caso completamente diferente es el de David, que  fuera del trabajo solo se conecta unos 20 minutos diarios. Sus actividades importantes, nos dice, no dependen para  nada de internet. ¿Su reacción al verse privado de la red? “Sería de absoluta despreocupación. Eché muchos años sin internet en el domicilio y creo que no me ha quedado ningún trauma”.

¿Conclusiones? Como ya hemos visto, la aldea global es una herramienta fundamental, en mayor o menor grado, para todos los internautas. Después de haberla utilizado en nuestro día a día, resultaría como mínimo un fastidio no poder disponer de ella, aunque solo  fuese por 24 horas. En cualquier caso, la importancia que se le concede a la red depende del perfil de cada internauta, siendo la edad un componente decisivo. Claro que cada persona es un mundo: desde el adolescente al que le produciría ataques de ansiedad, pasando por la resignación  y hasta la completa indiferencia, lo cierto es que un día sin conexión no mataría a nadie. Bouzas señala que lo que hay es un abuso de la red, más que una adicción. ¿Y usted, podría pasar un día entero sin internet?

24 horas sin internet

La mera especulación, si bien útil en según qué situaciones, no resulta  definitiva, ni mucho menos divertida. Por ello, y para probar que es posible resistir un día sin internet, yo misma me he sometido a esa “dura” prueba. El día elegido fue un domingo, para no estorbar a mis actividades laborales. Eso sí, nadie me libró de descargar diversos estudios y tener que copiar páginas web en documentos de word para poder trabajar sin conexión.

00:00: después de desconectar todos mis aparatos electrónicos de la red, lo cual ya de por sí resultó algo estresante, me dediqué a leer un rato, en vez de ver el habitual capítulo de alguna serie. Me fui a dormir temprano, para variar.

10:00: tras despertarme lo primero que hice, como cada mañana, fue mirar mi móvil en busca de mails. Tardé unos segundos en darme cuenta de por qué no había ninguno, y más fastidiada  que al acostarme, me resigné a seguir con mi día.

17:00: el día estuvo bastante ocupado. Entre unas cosas y otras, apenas tuve tiempo de preocuparme por internet más que en algún momento puntual, cuando me apeteció buscar la letra de una canción que estaba escuchando o alguna información curiosa. Otro punto en contra fue no poder poner música en Youtube, por lo que tuve que conformarme con la que tenía en el móvil, ya bastante antigua. Tampoco pude informarme de la actualidad, pues normalmente lo hago a través de medios online, asunto que no fue gran fuente de preocupación. Tras esos pequeños momentos de fastidio terminé por olvidarme hasta del ordenador, el cual no había encendido.  Me dediqué a ver la televisión y a tomar un café con unos amigos.

21:00: a las seis de la tarde debía trasladarme a Santiago de Compostela (A Coruña). Al no poder comprobar los horarios de los autobuses online, he tenido que conformarme con un viejo horario de papel, que por suerte estaba todavía vigente. Una vez en casa me he dado una ducha, hablado tranquilamente con mis familiares y cenado.

23:00: después de cenar he tenido que encender el ordenador al fin, puesto que el trabajo no espera a nadie. Lo admito, fue un momento de cierto nerviosismo y tensión, especialmente cuando vi el icono de la conexión de red desactivada, pero una vez abrí el primer ensayo, me  despreocupé de internet y estuve trabajando durante un par de horas sin ninguna interrupción, puesto que normalmente me dedico, cada diez minutos, a buscar algo en la red.

00:00: con el trabajo terminado, por fin pude volver a conectarme. Recibir mis mails y actualizaciones en las redes sociales, además de leer las últimas noticias, supuso un alivio y una vuelta a la normalidad. Tras finalizar mi día, puedo decir que 24 horas sin internet no produjeron cambios significativos en mi rutina. Si bien tuve que descargar pdf y pasar páginas web al ordenador para poder trabajar con libertad, eso y pequeños momentos de frustración y ansiedad fueron lo único que me fastidió durante todo el día. Dicha ansiedad no pasó en ningún momento a ser aguda, fue perfectamente controlable y no me generó ningún cambio de humor. Sí que sufrí un pequeño retraso informativo (no sé qué ha pasó en el mundo ni entre mi comunidad de amigos). De lo que tuve más ganas es de revisar el mail y las redes sociales. La comunicación con compañeros y conocidos se suspendió casi por completo (pues es gente que no veo en los fines de semana y con la que solo me comunico por internet durante ese tiempo), sin que ello me generase problema alguno.

¿Conclusión? 24 horas sin internet son perfectamente soportables. Puedo estar satisfecha, no soy adicta. Pero para más seguridad, pedí opinión  a Bouzas: ¿qué significaron esos pequeños episodios de ansiedad o molestia? “Pues que hay muchas cosas importantes para ti que llegan a través de la red. Todo viene de la importancia que tú le das a ese material. Pero quizá le estés dando demasiado bombo a  cosas que a lo mejor no son tan importantes en tu vida. Eso habría que analizarlo”. Ese análisis mejor para otro día. Ahora internet me llama.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *